Una irreparable perdida para lo mejor del periodismo
A través de sus amigos íntimos, sabíamos desde el día lunes que el periodista Mario Weinfeld, atravesaba un crítico momento de salud, luego de haber sufrido un infarto el último domingo. Si bien ejercicio 25 años la profesión de abogado, las últimas tres décadas se las dedico al periodismo, donde se supo ganar un lugar destacada por sus columnas de opinión en el diario Página 12. También tenia su programa radial Gente de a Pie, que condujo hasta el último viernes. La noticia cayó como un balde agua fría y en los principales medios de comunicación se escucharon voces que destacaron su trayectoria, pero por sobre todas las cosas, que confirmaron la gran destreza para hablar desde un lugar bien definido pero ser respetados por todos. Fue un inclaudicable defensor de los derechos humanos y de muchas causas justas. Nosotros tuvimos la posibilidad de tenerlo en Chacabuco, de disfrutar de su generosidad y afecto que entre otros lugares queda guardado en está nota que le hiciera la periodista Martina Dentella, y hoy vale la pena publicar nuevamente como una forma de saber que esa voz seguirá marcando un camino.
-¿Cómo hacés equilibrio entre la calle y lo que vos nombrás como “el palacio”?
-Es un desafío. Mi trabajo me lleva a entrar en el palacio, es lógico, y está bien, es necesario. Lo único que uno tiene que tratar de hacer -y yo trato- es de no enfrascarse demasiado en el palacio, porque es un microclima que ciertos periodistas compartimos con ciertos funcionarios y dirigentes. Es necesario para intercambiar información. Por un lado lo necesitás y por otro corrés el riesgo de vivir inmerso, hay que tratar de salir, de no dejarse envolver solo por la lógica del palacio que es atractiva. Alguna vez leí un libro que se llamaba Los gritos y susurros de la calle. Estar en la calle, y recordar que uno no es más que un pibe de barrio de clase media que no tuvo la suerte de estudiar o leer libros. Hay que tratar de tener contacto con personas de a pie, haciendo radio es más fácil.
Fui tejiendo una red de contactos, en parte a través de la radio, y en parte en el mail que abrí a través del diario, con personas que me escriben y me cuentan algunas cosas. Es una línea súper informal y random, de docentes, médicos, trabajadoras sociales, y sacamos conversación. El dispositivo es un poco caótico -no del todo porque es gente que me lee y con la que tenemos cierta afinidad- y vamos aprendiendo.
-¿En estos años fuiste víctima de los trolls?
-Muy poco, casi nada. A medida que establecí el ida y vuelta del mail. Al principio pensé que me iban a insultar mucho, pero lo hago hace muchos años y es francamente residual en términos matemáticos, es poquísimo. Si me escriben insultos yo no los respondo y listo. Con los que son un poco despectivos o agresivos trato de establecer un vínculo. Tengo un cliché que desarrollo, entonces contesto “pegaste en el poste”, o “no les contesto a los que injurian”, o “soy garantista, abramos una oportunidad más”, “si discutimos mejor, la seguimos”. Trato de plantearlo bien y hay varias cuestiones, la primera es que las personas se sorprenden de que les contestes y otra es que el que quiere discutir algo se serena. Toma un tiempo, yo se lo dedico. Trato de sostenerlo y el resultado es altísimamente redituable y grato. Hay personas que escriben con muchísima frecuencia, en general a esos les respondo más rápido, y son breves. Además uno va conociendo dirigentes de movimientos sociales, y ese cable a tierra es muy rico. El laburo cotidiano te mete en un túnel, la lista de llamados del celular te denuncian, hablás más con gente extraña y conocida que con personas de a pie.
-Hablando de esta conexión con tus lectores y lectoras, ¿qué pasa cuando con tu libro atravesás las fronteras de la Capital Federal? ¿Qué devolución tenés en el resto del país?
-Yo soy un periodista porteño, pero en radio soy nacional. En los últimos años escribí dos libros, cosa que nunca había hecho en un lapso corto. He circulado mucho, y con la radio hemos visitado muchos lugares del país. Lo primero que pasa es que se me recibe como el periodista de radio que fui, más que como el periodista de diario que soy de antes y que sigo siendo. Me preguntan cuándo vuelve el programa. Cada uno es lo que es, yo soy porteño, trato de no ser unitario, hay que ver cómo me sale. Cuando estaba en radio nacional y empecé a pensar en hacer recorridas por distintos lugares de provincias y coproducciones, conversaba con los directores y me decían que mi programa era el más nacional o federal de todos. Algo medio básico y que no pensé demasiado, son las cosas que no hacíamos, no hablamos del tránsito de la Capital Federal, no informamos sobre cosas que solo afectaban a la ciudad. El 90% de los oyentes no tiene subte, y no le importa. Recibo mucho, y trato de aprender mucho, sobre todo de algunas cuestiones puntuales como la cultura mediática de cada ciudad. En este momento acabo de volver de Bariloche con un libro precioso, muy bien editado. Y también de aprender bastante sobre sistemas políticos locales que yo sigo bastante, cubro las elecciones de las provincias, creo saber cómo funcionan un poco los sistemas políticos de cada lugar. Como soy relativamente neurótico pregunto si merezco tanto, rápidamente me embarco, me olvido. El libro anterior fue editado en un momento muy crítico y de mucho castigo para el kirchnerismo, 2016, y era un espacio donde existía una reivindicación, un planteo de discusión acerca de la persona de Néstor Kirchner, y de su gobierno y buena parte del gobierno de Cristina. Y en el caso de Estallidos, muy connotado con el clima electoral.
-Debido a ese interés que tenés por la cultura mediática de las ciudades que visitás, ¿pensás en cómo debe darse la discusión acerca del rol de los medios de comunicación en esta nueva etapa?
-La inmensa mayoría del país está mirando si llueve en Buenos Aires o está cortada Nazca, es muy impresionante. Muy en general, pienso que la discusión que traía la ley de servicio de Comunicación Audiovisual tenía -simplificando- dos componentes, uno antimonopólico, y otro de difusión, promoción, medios alternativos. Es algo que podría haberse trabajado en profundidad, podría haberse hecho más, podría haberse hecho mejor, y debería hacerse. No es proporcionalmente tan caro, pero alguien sí tiene que pagar eso. Existen en Argentina, con veintitrés provincias, una gran cantidad de frecuencias, suponer que eso se puede sostener con recursos propios y un poco de publicidad -aún con una pauta oficial- tiene que haber una promoción del Estado, como hay en tantas otras actividades de la cultura. Para mí es super retributiva, ¿qué es lo que se impidió que se hiciera en la etapa kirchnerista? Quizás tener la mirada demasiado clavada en la disputa con Clarín, y después algunas cuestiones económicas. Había que ver quién ponía los recursos, alguien lo tiene que hacer. Por ahí también faltó tiempo. Y en lo político, si vos promovés pluralismo y federalismo radial y multiplicidad, si sos muy abierto no vas a tener un sistema verticalizado, pero a mí me parece que en términos democráticos sería bueno, y en términos de pertenencia la mayoría te acompañaría al menos en trazo grueso, es el costo de un sistema democrático, que no te apoyen en todo, al menos no todo el tiempo, pero que tengas algo sólido. La experiencia de estos cuatro años, con un ataque muy agresivo, pero al fin rodando cuatro o cinco medios grandes y los medios públicos, produjeron una devastación, sobrevivieron algunos pocos alternativos. Creo que de la capacidad de resistencia se tiene que aprender. Lo que veo mucho en provincia y es admirable, es la cantidad de periodistas muy jóvenes que entre la última etapa kirchnerista y está última hostil, atravesaron circunstancias muy difíciles, son muy buenos profesionales, acostumbrados a la carencia, desprovistos de unos cuantos vicios de la comunicación central, con la ventaja biológica. He visto muy buenos. También veo menos ídolos de barro que acá. Le ponen mucha onda, son respetuosos, dejan hablar, investigan, y si bien las cosas las hacen muy a pulmón, tienen mucho manejo informático. Hacen mucho con poco.
-Las muertes de Kosteki y Santillán las llevás a los talleres y les dedicás un capítulo de tu libro que es muy fuerte, ¿te marcaron en tu vida de periodista?
-Los hechos de sangre en general te marcan mucho. De Kosteki y Santillán tengo un recuerdo muy vívido porque creo que -en el brevísimo lapso en que hubo una polémica tremenda- hicimos muy buen periodismo. Recuerdo esa tarde cuando llegó Laura Vales. Quizás elegí un momento en el que el diario anduvo muy bien, sí, fue una cobertura formidable que hicimos sobre todo de los primeros días, de tanta desinformación. Yo era Jefe de política, hablé con funcionarios muy importantes. Nosotros veníamos manteniendo vínculo con los pibes de los movimientos desocupados, había conversado con ellos antes. Eso me marcó mucho. Le hemos dado veinte vueltas, yo tenía en mente que iba a pasar algo bastante pesado, pero anunciaban algunas cosas y el gobierno estaba en una postura de que la propuesta era algo grave, muy peligroso. Y después de muchos años me pregunté por qué no mandé a más periodistas. Laura tenía que ir de cabeza, porque era la mejor, tenía contacto con los movimientos y la iban a cuidar, y junto con ella dos fotógrafos. Tuvimos una reunión de redacción y dijimos “Por dos días fuimos el mejor día de la argentina, enterensé, en general no somos eso” y bromeaba “No lo volveremos a ser”.