OPINIÓN

Alta cumbre

OPINIÓN (6)

Este lunes, en la ciudad misionera de Puerto Iguazú, punto de contacto con Paraguay y Brasil, abrió la cumbre semestral del Mercado Común del Sur (Mercosur). La Argentina ocupa la presidencia pro témpore del bloque y sus ministros de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, y de Economía, Sergio Massa, encabezaron las reuniones previas al encuentro de presidentes. Todo con el marco de fondo de las controversias con la Unión Europea (UE) por el cierre de un acuerdo interbloque que sea equitativo para nuestro barrio.

 

Por Gustavo Porfiri

El 30 de noviembre de 1985, Raúl Alfonsín y José Sarney, presidentes de Argentina y Brasil respectivamente, suscribieron la Declaración de Foz de Iguazú, suceso fundante del Mercosur. Fue recién en marzo de 1991 cuando la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firmaron el Tratado de Asunción, que adoptó el nombre Mercosur, le dio una estructura institucional básica y estableció un área de libre comercio. Desde entonces, el andar de esta integración regional ha sido irregular, con tiempos buenos y épocas de desencuentros y rumbo perdido. Claro que después de tres décadas, el entorno global ha cambiado sustancialmente. Por eso, más allá de arreglar los asuntos internos, como los amagues de Uruguay de sumarse al Acuerdo Transpacífico (que integran países como Perú, Nueva Zelanda y Australia) o firmar un Tratado de Libre Comercio con China, la responsabilidad mayor de los dirigentes que representan a sus pueblos en la cumbre de Iguazú es posicionar al Mercosur en el lugar más apropiado, en un mundo que se debate entre mantener el orden imperial de Occidente o apostar por la nueva configuración multipolar que viene asomando.

 

Cambio de moneda

Dos miembros del Mercosur -si bien empujados por necesidades y situaciones muy diferentes- han desplegado estrategias y acuerdos que se encaminan a disminuir la dependencia con el dólar. El viernes pasado, la Argentina pagó en yuanes parte de los 2.700 millones de dólares por la millonaria e impagable deuda que mantiene con el FMI. En abril, el gobierno nacional activó un swap con el gigante asiático para pagar en esa misma moneda las importaciones de mercadería de origen chino y, recientemente, el Banco Central habilitó la apertura de cuentas bancarias en yuanes.

Por su lado, Brasil también se acercó a la divisa del gigante asiático. En marzo, los gobiernos de Luiz Inacio Lula da Silva y Xi Jinping acordaron tener relaciones comerciales con sus propias divisas, dejando de lado el dólar estadounidense. El yuan también avanza en las reservas internacionales de Brasil, donde no tenía participación desde 2018. Ahora se ha convertido en la segunda mayor divisa, desplazando al euro. Asimismo, Brasil aporta la primera letra a la sigla BRICS, el poderoso y creciente bloque que comparte con Rusia, India, China y Sudáfrica. Esto facilita sus intercambios en yuanes, cuestión que seguramente rondará en las conversaciones de la cumbre del Mercosur.

Esto es nuevo. La posibilidad de que la moneda estadounidense pierda terreno en las transacciones internacionales ya no es un pronóstico, se ha vuelto algo muy concreto. Ante ese escenario, los gobernantes en cuyas manos están las riendas del bloque sudamericano. ¿Van a profundizar el acercamiento hacia el mundo multipolar, o seguirán aferrados al atlantismo decadente?

Acercamiento peligroso

Algo de eso está latente en el acuerdo nunca cerrado entre el Mercosur y la UE. La ratificación del tratado sigue retrasada después de más de 20 años de negociaciones. Bruselas alega que el mayor obstáculo es que los países sudamericanos no cumplen sus exigencias ambientales. Desde el Mercosur señalan que el acuerdo debe ser justo e instan a los países europeos a dejar de lado la arrogancia para un beneficio mutuo. Recientemente, el titular del Palacio de Planalto, Luiz Inacio Lula da Silva, puso las cosas en claro. En París, durante su discurso en la Cumbre para un nuevo pacto financiero mundial, el mandatario aseguró que las exigencias europeas para cerrar el acuerdo son una "amenaza". Lula hizo este comentario teniendo al lado al presidente francés, Emmanuel Macron, quien es uno de los principales detractores del acuerdo. "Estoy loco por realizar el acuerdo, pero no es posible: el protocolo adicional hecho por la UE no permite que se haga el acuerdo", destacó el líder sudamericano. En su opinión, no se puede mantener "una asociación estratégica" y que "haya una carta adicional que amenace a un socio estratégico".  Asimismo, recordó que aquellos que hicieron la Revolución Industrial, las grandes potencias de Europa, tienen una "deuda histórica", porque contaminaron el planeta, y son esas naciones las que deberían financiar acciones de preservación ambiental en países en desarrollo, como Brasil. 

En sintonía con estos reclamos, el canciller argentino, Santiago Cafiero, remarcó que la necesidad de revisar el acuerdo es para "disminuir las brechas" entre los dos bloques, por lo cual rechazó también el anexo medioambiental que incluyó la UE, por tener una "visión parcial" con una "escasa consideración del desarrollo económico-social" del grupo sudamericano.

Este martes será el turno del encuentro de los presidentes. Allí, en el majestuoso paisaje que brindan las cataratas, estarán Alberto Fernández, Luiz Inácio Lula da Silva, Luis Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez. También asistirán el presidente de Bolivia, Luis Arce, como representante de ese Estado asociado, y el presidente electo de Paraguay, Santiago Peña, quien asumirá al frente del Ejecutivo de su país el próximo 15 de agosto. Señores: son unos privilegiados; la historia los ha puesto a decidir en un momento bisagra de las relaciones internacionales. Se espera lo mejor de ustedes.