La antipolítica atendida por sus dueños
Por Sandra Russo
Los candidatos de JxC formaron parte del gobierno de la Alianza, que se repartió con Menem ese combo infame llamado “los 90”, y que reventó en 2001.
En estas elecciones van a votar muchos jóvenes que no vivieron esa década infame. Eso es lo a que JxC le interesa de la juventud: no la lucha por ningún valor ni el activismo por un interés de clase o nacional. Lo que más les interesa --y no hablo de sus militantes sino de la pesca de su electorado-- es la ignorancia, la abulia, la desesperación de un sector juvenil que está muy lejos de entender que “el cambio” que propone la ultraderecha es hacia sus propias pesadillas. Aun a los que no los tienen, les van a quitar la esperanza de la tierra, el techo y el trabajo.
En los '90, después de los dos gobiernos de Menem, que retomó la senda de Martínez de Hoz, se fue la pizza con champán y vino el sushi, pero el ministro seguía siendo Cavallo. Fue un simple cambio de menú.
¿Cómo algo tan obvio, tan visible, tan evidente, pudo pasar inadvertido para tanta gente que nunca asoció una cosa con otra y siguió pensando que la democracia consistía en votar peronistas o radicales?
El kirchnerismo los irrita porque rompió ese bipartidismo neoliberal que destruyó el aparato productivo argentino, que vendió baratas las joyas de la abuela, que repugnó de la baja estofa que se olió en Río Tercero o en el encubrimiento a los atentados. Aquí no se dio como en España, que al bipartidismo lo rompieron fuerzas políticas emergentes. Fue el propio peronismo el que después del estallido se reseteó y volvió por el 50/50. El kirchnerismo es una gran franja específica de ese regreso efectivo a las banderas de Perón, pero hoy todo el peronismo, en este contexto de persecución y anuncios de entregas terminales de la patria, reacciona coordinado.
Los candidatos de ultraderecha que formaron parte del gobierno de la Alianza cuyo presidente se fue en helicóptero fueron en ese momento los que provocaron el “que se vayan todos”. Ellos, la oposición, los diputados, los senadores, la política. Porque, en efecto, la política se había convertido en una ciénaga de servilletas, connivencias, corrupción, blindaje, corralito, bancos vallados y salvados, francotiradores, deuda externa y ajuste.
Era la época del blindaje. Lo vendían como ahora Bullrich, una llave, una receta para iniciados, un síntoma de afinidad y un resultado de las relaciones carnales. Pero fue catastrófico porque como de costumbre los neoliberales argentinos son felices arrodillándose ante el amo, que a su vez les pide que le metan látigo al pueblo. A eso le llaman “coraje”.
Fueron ellos los que regaron con sus propias gestiones la antipolítica, que ahora convirtieron en un ariete para volver al poder, porque está claro que no vienen con ninguna buena nueva ni un programa distinto a cualquiera que mande el FMI. Ninguno de esos candidatos busca el amor de su electorado, sino sus límites de sufrimiento. Les alcanza con que odien. Les alcanza con un país “para todos menos para Cristina”.
Ellos son la antipolítica. No saben ni llenar formularios. Tomaron 57.000 millones de dólares de deuda sin un solo informe técnico. La antipolítica unida al “son todos iguales” es el contrabando de sentido más aberrante y diseminado que sembraron, porque no lo hicieron solos. Los ayudaron los mercenarios del micrófono y la cámara. Las próximas elecciones serán entre dos fuerzas que no pueden ser más distintas. Eros y Tánatos.
Lo que nos toca a los que vemos esta película y no la que pasan en TN es poner rápido, ya, la disposición para convencer a quienes nos rodean que, como dice una frase que circula en las redes: “La insatisfacción con el presente es comprensible, pero la falta de memoria es imperdonable”.
Los que vemos con claridad que estos son una banda de atorrantes que no han parado de usar al Estado en su propio beneficio desde que nacieron, los que sabemos lo que pasa en Jujuy, esa demostración de crueldad obscena y de una suma de poder público que se pena con traición a la patria, no podemos dejar de militar la sensatez, de llamar a la cordura, de tratar de que en octubre este suelo y los que estamos en él no seamos entregados junto con nuestros recursos naturales. No tienen otro plan. Es ése.