lunes. 23.12.2024

A pocas semanas del cierre de listas e integración de posibles frentes electorales rumbo a las PASO que se llevarán a cabo el próximo 13 de agosto, Víctor Aiola empieza a transitar el estrecho camino que lo conducirá a tomar la decisión política más difícil de su carrera que comenzó allá por el año 2015. Por lo pronto, y ajustado a los manuales de estilo que datan del siglo XX, autoriza a cuanto interesado haya en sucederlo, para que salgan a operar su propia candidatura. Unidad minga. Los correligionarios de calle Moreno ya tienen anotados media docena de nombres más los que se alistan por el lado de sus socios macristas, en donde en principio ya hay dos en danza y al menos uno en la gatera. Esto es uno de los síntomas que mejor describe el proceso político que no pudo, no supo o no quiso llevar adelante el propio Intendente en estos ochos años de abundancia de recursos públicos y concentración de poder. 

 

Para tener en cuenta 

 

En medio de un clima electoral sacudido por una nueva coyuntura macroeconómica y social angustiante, con un electorado cada vez más atomizado e inorgánico, a lo que se suma la aparición de figuras delirantes que endulzan el oído de una sociedad descreída de todo cuanto venga de las estructuras partidarias o frentistas tradicionales, quienes están en el ejercicio del poder son candidatos expuestos a una posible derrota. Claro que las excepciones se dan en los distritos oficialistas donde se ordenan y encolumnan naturalmente detrás de quien logra conducir el proceso con incuestionable jerarquía. La multiplicidad de ofertas en el oficialismo local, la mayoría funcionarios o exfuncionarios de la actual gestión, habla a las claras del reclamo intramuros de un proceso de cambio. De cualquier modo, hasta acá nada se condice con el volumen electoral que cada uno puede exhibir. Todos son Aioladependientes. Ninguno tiene autonomía, ni armado territorial, ni proyecto de gobierno. Mucho menos los recursos económicos que demandará la campaña que en breve se iniciará. Dato nada menor que el multimillonario senador Agustín Máspoli le susurró al oído de Aiola, como una manera de direccionar su preferencia según el saldo de cuentas bancarias que los interesados puedan mostrar. Esto también pone en evidencia la mentira de la caja política. No es cierto que las decenas de tarjetas de débito, las infinidades de módulos y todos los conchabos a los que se accede con una banca sobre la Avenida 7 de La Plata, son las herramientas financieras que se reinvierten en los despliegues que demanda una campaña electoral. Volviendo al principio, en ese contexto, la danza interminable de pretendientes seducidos por el inquilinato del Palacio de Reconquista 26, funciona como una licuadora de donde - al menos de los que visten la camiseta de la UCR - nadie saldrá fortalecido. En breve, Víctor Aiola, en medio de su peor momento de estos más de siete años de Gobierno, decidirá jugar por un tercer mandato o mandará a la cancha a un candidato que deberá someterse a los forcejeos de repartos de poder, para luego ser abandonado en la soledad de la contienda principal. 

 

“El poder no se delega” 

 

En plena crisis de Gobierno atravesada por las muertes de Kosteki y Santillán, el exsenador Eduardo Duhalde, en ejercicio de la presidencia, anticipó que terminaría los cuatro años interrumpido por el helicóptero radical que se llevó a De La Rúa y dejaría paso a otro candidato que él mismo elegiría. “El poder no se delega, Presidente”, le dijo entonces Julián Domínguez a quien fuera hasta su derrota frente a Cristina reconocido como su conductor político de aquel tiempo. Está claro que Duhalde no tenía otra opción y que también Domínguez tenía razón. Algo de esto se padece en la actual coyuntura del Gobierno nacional, donde el presidente Alberto Fernández fue una síntesis para la construcción del Frente de Todos, pero nunca entendió la lógica de la dinámica con la que debió haber ejercido su mandato. Sin territorio genuino, nadie puede ejercer el poder en su plenitud. Esto también se debate en las tiendas radicales de la aldea local. Víctor Aiola padece un enorme desgaste personal y político que no necesariamente se traduce en pérdida de volumen electoral. Grave error sería aferrarse a ese patrimonio legítimamente logrado, si no se comprenden las actuales circunstancias que atraviesa. La gestión municipal ha implosionado a partir de las graves denuncias de corrupción en el área de Servicios Públicos y continuó con muchas otras advertencias, hasta llegar a estos días con los escándalos de narcotráfico ocurridos dentro de la Comisaría de Chacabuco, que seguramente se terminarán llevando puesto al Secretario de Seguridad, Darío Ciminelli. La secuencia de estos hechos generó un derrotero sin fin que impactó de lleno en el accionar cotidiano de la administración publica. La falta de confianza, el temor a ser salpicado por “errores” ajenos y hasta la decisión de tirarse a una balsa antes de que el barco se hunda, generaron las peores condiciones de gobernabilidad en el último tramo del segundo mandato radical-macrista. Desde hace más de un largo mes que el Jefe Comunal transmite en privado su decisión de dar por terminada está etapa. Luego se verá. Mientras tanto, deja que todos muestren las cartas y sigue meditando una decisión que parece tomada. Pero como en política nunca dos más dos es cuatro, todo puede ser posible hasta el cierre de listas. 

 

Tercer tiempo 

 

Los aficionados al rugby hacen legítima gala de haber bautizado como tercer tiempo, el momento donde uno de los deportes que a simple vista genera más situaciones de violencia y encono, termina en una celebración amistosa con grandes rondas de birra y buena onda. Nada de esto parece ser lo que le podría esperar a Víctor Aiola si decide jugar por un nuevo mandato. Por supuesto que el primer condicionamiento es que el mismo ejercicio del poder produce un enorme desgaste por la cotidianeidad con la que los alcaldes gobiernan. No hay valla que alcance para contener las múltiples demandas de vecinos en territorios con poblaciones promedios de 50 o 100 mil habitantes. A ese dato objetivo hay que sumarle, que el Gobierno del pediatra perdió su mejor rumbo apenas terminado su segundo año de mandato. Aquel debió ser el tiempo de la consolidación de un nuevo esquema de funcionamiento en la administración publica cuya matriz habia prometido modificar. Todo lo demás está escrito y excede las posibilidades de esta nota. Es cierto que los resultados electorales obtenidos, reelección mediante, se contradicen con los días palaciegos del actual momento. En principio, solo una lectura equivocada de la realidad lo llevarán a dar batalla por otros cuatros años más. 

 

Retiro voluntario 

 

Nadie debe subestimar la inteligencia de quien fue capaz de fisurar y romper la enorme construcción territorial del peronismo cuya vigencia tenía más de dos décadas de vida. Víctor Aiola se plantó en el momento oportuno. Supo leer los tiempos y hacer lo que la sociedad reclamaba en esa coyuntura. Aquella mística que le devolvió al Comité Alem por el año 2015 fue el punto de partida para luego derrotar al más duro adversario político que podía tener enfrente. Los tiempos cambiaron. Aiola acumuló decenas de cuestionamientos de militantes y dirigentes de su propio espacio muy enojados. La transparencia de los actos de Gobierno están puestas en dudas. Incluso, precandidatos boinas blancas que en privado dicen cosas horrendas. Pero más allá de todo eso, que se puede remediar con una invalorable intención de votos, hay condicionamientos objetivos difíciles de revertir. Aiola ya no enamora, ha perdido su magia, su épica y la seducción que encandilaba hasta a sus rivales. Son esos momentos en los que las personas diferentes deciden, al menos, hacer una pausa. De lo contrario, asumirá el riesgo de un final sin pena ni gloria.

 

La licuadora