Desde 1983, todos los 30 de octubre, en la Argentina se conmemora y celebra el Día de la recuperación de la democracia. Después de siete años y siete meses, lapso durante el cual el terror gobernó y el poder económico extranjerizado logró reconfigurar salvajemente la matriz distributiva en contra de las mayorías populares, el 30 de octubre de 1983, la fórmula de la UCR Alfonsín-Martínez triunfa, con un porcentaje de 51,7%, frente a la fórmula de Luder-Bittel del Partido Justicialista, que obtuvo un porcentaje del 40,1% de los votos. Apenas asume, el 10 de diciembre de 1983, Alfonsín cumple con su promesa electoral y envía al Congreso la Ley Nº 23.040, que derogó la Ley de Autoamnistía (Nº 22.924) de la dictadura. Fue la primera Ley aprobada en Democracia luego de la dictadura militar que azotó al pueblo entre 1976 y 1983. Empezábamos a respirar democracia.
Luces y sombras
Se ha reflexionado mucho sobre el devenir de este período que cumple cuatro décadas. En general, podríamos coincidir en que la sociedad argentina estuvo ágil, con buenos reflejos, para encaminar por el carril de la Justicia las atrocidades cometidas por las juntas militares. Así se condenó a los jerarcas y se avanzó hasta alcanzar las capas siguientes en las escalas de responsabilidad, aunque aún hay tarea pendiente. Todavía falta bastante para decir que la totalidad de los responsables de aquella tragedia han sido juzgados. Sin embargo, hoy podemos asegurar que nuestra República fue la que más avanzó en la región respecto de este asunto. Recordemos que nuestros vecinos, que también sufrieron sus dictaduras, todas coordinadas en el tenebroso Plan Cóndor, no han podido hacer mucho. En algunos casos apenas empezaron. Sin entrar en las profundidades de cómo se resolvieron las “crisis militares” de Semana Santa(1987), Monte Caseros(1988), Villa Martelli(1988) y el levantamiento de Seineldín de 1990, anotemos en la columna del haber el manejo de la situación relativa a la Memoria, Verdad y Justicia. Por supuesto que en este aspecto no son aceptables para una democracia algunos hechos, como por ejemplo, las desapariciones de José Díaz, Ivan Ruiz, Carlos Samojedny y Francisco Provenzano, capturados en las acciones de La Tablada, en enero de 1989, o la desaparición de Jorge Julio López.
También son porotos a favor la conquista de algunos derechos que varias minorías han venido reclamando y que varios de ellos se han convertido en leyes que amplían los criterios de la convivencia social.
Por su parte, hoy debemos decir que este proceso democrático tiene grandes deudas respecto a la situación económica y social. Solamente tomando en cuenta los datos oficiales que brindó el INDEC recientemente, no alcanza con lo hecho en estos cuarenta años. Claro, podemos sí hacer análisis parciales y decir que en algunos periodos se avanzó mucho. A finales de 2015, el salario mínimo en dólares de la Argentina era de US$ 742,3, el más alto de la región. Le seguían Paraguay con US$ 725,1, Ecuador (US$ 586,2), Chile (US$ 523,2) y Colombia (US$ 504,1). Pero, si extendemos el balance, el dato actual nos dice que el 40,1% de la población es pobre. Esto es 19 millones de personas. O que el 56,2% de los niños y niñas son pobres. Estas cifras debilitan el argumento de que con democracia se come, se cura y se educa y abonan ideas estrafalarias que algunos candidatos expresan blandiendo una motosierra y otros vociferando que la solución es el exterminio del adversario.
En la dimensión institucional también hay flojeras importantes. Que en el último año la legislatura de la provincia más importante del país haya sesionado solamente dos veces, o que de una de sus cámaras surja un personaje haciendo malabares con tarjetas de débito, o que uno de los funcionarios más encumbrados de la gobernación bonaerense sea el centro de la atención por su desvergonzada exhibición de lujos millonarios tampoco aportan nada. Otro síntoma de que algo falló en los mecanismos democráticos es la imagen de una pistola gatillada a centímetros de la cabeza de la vicepresidenta. Por fortuna también fallaron los mecanismos del arma.
Cuanto más, mejor
Para cuando esta edición haya salido a las calles, el primer debate entre los candidatos a presidente habrá dejado múltiples títulos y temas para analizar. La foto de los cinco aspirantes a llegar hasta Balcarce 50 nos muestra que la oferta electoral se ha corrido bastante hacia los matices de la derecha. Esto lo decidió la sociedad, votando a unos y dejando de hacerlo por otros. Seguramente, varias de las deudas y tareas pendientes que tiene este ciclo de cuarenta años de democracia ininterrumpida han incidido en que hoy las opciones con mayor chance de ganar sean las que son. Por lo mismo, estamos muy a tiempo de empezar a reflexionar cuáles son los caminos más apropiados para que -en el marco de esta democracia- podamos aliviar los padecimientos más urgentes sin la necesidad de recortar o resignar nada de lo que hemos conseguido.
La frase “la democracia se mejora con más democracia” es de imperativa aplicación práctica por estas horas. El pueblo argentino debería dejar de buscar alternativas tan peligrosas como las reflejadas en dos tercios de los votos emitidos el 13 de agosto pasado.