Es muy difícil reacomodarse tan rápido después del resultado electoral que dejaron las PASO del 13 de agosto. Si bien estaba la advertencia clarividente de una elección de tercios, la maquinaria comunicacional hacía eje de campaña en la vetusta grieta del kirchnerismo/antikirchnerismo. Mientras tanto, disimulaban que la alianza de radicales y macristas se desangraba en su propia interna con la idea prematura de que el ganador iba derecho al sillón de Rivadavia. En la madrugada del lunes 14 empezó otra historia y un desafío enorme para los sectores democráticos de la Argentina. La raya que divide a los que están de un lado u otro tiene una agenda que nos vuelve a interpelar como si fuera un tiempo refundacional. Milei, siendo o no presidente (Dios no permita esta última opción), será un fenómeno coyuntural, una nueva pesadilla que durará más o menos según cómo definamos las prioridades el próximo 22 de octubre y el 19 de noviembre. Vale resaltar que nada es casualidad. Las peores tragedias, por más influencias que hoy puedan tener las tecnologías de la comunicación, ocurren porque hay tierra fértil donde sembrar. La dirigencia política primero, por lejos, y luego cada uno de nosotros como parte del conjunto, deberemos hacernos cargo.
Prioridades
No sirve llorar sobre leche derramada. Es necesario activar de inmediato los mecanismos de anticuerpos que nos eviten una nueva desventura. Otra más. Para eso es necesario reconfigurar la agenda electoral a partir de establecer prioridades con honestidad intelectual y sin especulaciones. Al menos en este rincón de la pampa sojera. Pero es imprescindible que los dos espacios políticos de nuestra ciudad, que alternadamente gobernaron durante estos últimos cuarenta años, tomen una posición muy clara respecto a cuestiones que la sociedad argentina considera saldadas de algún modo.
Aquellas calcomanías
El viernes último, Manuel Barrientos presentó su nuevo libro, “Cuando fuimos el futuro”. Ahí, está narrada la mirada de un niño nacido en un hogar peronista, al que ese cristal no le impedía contagiarse del entusiasmo de las calcomanías de RA con las que Raúl Alfonsín identificó gran parte de su campaña. Es ese retrato del pago chico que ocurre a partir del 10 de diciembre de 1983, el autor muestra cómo el niño desde esa perspectiva infantil se entusiasma viendo que la democracia, con el intendente radical Osvaldo Rodrigo, empieza la reconstrucción pos dictadura. Y ahí aparecen las Sociedades de Fomento, pensadas como herramientas de solución concreta para problemas concretos. No importaba si Fermín Dasso era peronista o radical. Y era así porque esa Sociedad de Fomento era el puente entre la gestión y el barrio. Y ahí también aparece Osvaldo Rodrigo, en tiempos donde el intendente recoge desde las mesas del Club Huracán el termómetro del pueblo. No existían las redes sociales y mucho menos los focus group. Osvaldo iba al café porque esa era una red social humana en tiempo real. Pero, además, ahí compartía la mesa con los peronistas Caíto Alegre, Nelson Coronel, o con el camarada Alberto Labandera y con muchos otros tantos. En esas mesas de debates interminables se construían los mejores cimientos de nuestra democracia lugareña.
Nada es casualidad
También este último viernes, en la misma ocasión de la presentación del libro de Manuel Barrientos, ocurrió algo mágico. No estaba en ningún protocolo. No fue actuado. En la mesa, junto al escritor, además de la periodista Martina Dentella, estaba el candidato de Unión por la Patria, Rubén Darío Golía. Manuel Barrientos, como dice Alejandro Dolina, no oculta "de qué lado se acuesta". Todo lo contrario. Pero en un momento fue invitado a hablar el presidente del Honorable Concejo Deliberante, Lisandro Herrera, quien se había hecho presente para entregar al autor el proyecto que declara de interés municipal la obra literaria. Herrera no solo accedió a hablar sino que además se sentó al lado de Golía y permaneció hasta el final del encuentro. Una postal que, seguramente, no es representativa del presente, pero nos vuelve a entusiasmar con el futuro. Un mensaje explícito para los trasnochados que nos quieren empujar al pasado. O para los que se hacen que no entienden.