La historia que voy a tratar de resumir en algunos renglones, probablemente parezca ajena. O mejor dicho, le es totalmente ajena. La casualidad o el destino, hizo que hace 31 años atrás mi viejo estuviera parado en Arroyo y Suipacha, a metros de la Embajada de Israel el 17 de marzo de 1992. Hasta ahora, pareciera todo normal. Un laburante, parado en la vereda esperando que un cliente atienda el timbre. El tipo trabajaba instalando aires acondicionados, y tenía que ir a colocar uno justo ahí, al lado de la embajada. Sé que por ahí aburro un poco con la introducción, pero es para entrar un poco en clima y que se entienda el contexto.
Miguel Ángel Lancieri se llamaba mi viejo. Laburante incansable, tipo simpático y muy sociable. Y ahí estaba parado justo a las 14:30 hrs, cuando el odio extremo tomó protagonismo y explotó la bomba. Si si, ahí, a metros de donde estaba mi viejo.
El atentado a la Embajada de Israel, el 17 de marzo de 1992, asesinó a mi viejo y a otras 28 personas más. 29 almas borradas en segundos sin saber porqué. Me costó muchos años decir que a mi viejo lo habían matado. Vaya a saber porque no quería decirlo de ese modo. Como con vergüenza. Con miedo a la cara del que pregunta.
Me imagino esas preguntas que se le deben estar cruzando por la cabeza. Probablemente y casi con certeza ya me las hicieron en más de una oportunidad en 31 años. ¿En la embajada? ¿Trabajaba ahí? ¿Sos judío?; y realmente no es para enojarme, pero, cambiaria algo eso?. Un atentado no distingue nada, absolutamente nada.
Y así, durante estos 31 años le explicó cómo se avanzó en la causa….
¿Vio? Es lo mismo que si hubiese agarrado una hoja en blanco. Desidia, desinterés, falta de respuesta a lo largo de todos estos años. Años en los cuales nunca dejamos de recordar a nuestros familiares. Años en los cuales nunca deje de recordar a mi viejo.
Con una Justicia totalmente ciega e inoperante. Con una Justicia a la cual cada día se me hace más difícil explicar para qué sirve.
Reclamamos por algo que realmente, y perdón que sea algo escéptico a esta altura de mi vida, no sé si tendremos en algún momento; reclamamos JUSTICIA.
La excusa del escenario geopolítico, fue la más escuchada. Nunca pedimos que nos enfrentamos con el mundo!. Pedimos algo más coherente y realista. INVESTIGUEN LA CONEXIÓN LOCAL. Todos en un principio de lógica que nos domina, supone que un hecho de esta envergadura no puede realizarse sin algún apoyo local. De hecho, el atentado de la AMIA se comprobó que elementos locales participaron (venta de una camioneta mínimo).
Reclamamos que de una vez por todas se tomen las riendas, y se investigue la conexión local. Reclamamos que todos aquellos que nos tienen que dar respuestas, se pongan los pantalones de una vez por todas y lo hagan!
Los intereses evidentemente ocultos van más allá de mi simple comprensión. No puedo justificar que no se haya hecho nada. Y en realidad si sigo hilando más fino, no soy yo quien debe justificar sus respuestas. Yo, como mi familia pedimos justicia. Algo que evidentemente está olvidado por estos lados.
Puedo pasar horas enteras despotricando y explicando, aclarando, donde opiniones sobre distintos puntos de vista. Pero al final de todo, sigo sin mi viejo.
El recuerdo lo mantiene vivo, lo mantiene al lado mío. Lo mantiene al lado de toda mi familia.
El recuerdo hace que no olvidemos lo que genera el odio.
Hoy extraño a mi viejo y lo lloro como el primer día que no lo tuve más. Como aquel día que me lo arrebataron de golpe de nuestras vidas. Hoy, después de tantos años, seguimos teniendo fuerzas para seguir gritando nuestro pedido. Gritamos porque nos bancamos estos días de bronca e impotencia. Hoy grito porque me canse de pedir correctamente las cosas.
JUSTICIA y MEMORIA!!!!
Lancieri Duran Maximiliano Miguel hijo de Lancieri Miguel Ángel, asesinado en el Atentado a la Embajada de Israel.