En la cultura en la que vivimos, la juventud es sinónimo de belleza y vejez de decadencia; por lo que en muchos casos se teme envejecer. La vejez tiene mala prensa por todo lo que ésta implica. Cada vez son más las personas que, llegada la mediana edad, hacen lo posible e imposible por mantenerse jóvenes y se ha convertido en un ideal que todos querríamos alcanzar.
En algunos casos esto se traduce en intentar llevar una vida sana, en cuidarse. En otros casos, se transforma en una obsesión; midorexia. Algo ha cambiado en las últimas generaciones, solo hace falta fijarnos en las abuelas de entonces y las abuelas de ahora. Hay cambios notables en la esperanza de vida, en los modelos de familia, en la importancia que se otorga al ocio y cómo se
disfruta. Existe una tendencia creciente a un nuevo concepto de madurez, que invita a la población de mediana edad a reivindicar su derecho a seguir disfrutando. El querer mantenerse joven en
la mediana edad, sin obsesionarse y con unas expectativas realistas, tiene mucho de positivo. Hacer actividad física, tener una buena alimentación, no caer en el sedentarismo asociado a ciertas edades, mantener la actividad mental, etc. y también el no considerar la edad como una barrera, ni a nivel físico, ni mental. En general asociamos vejez con carencia. La vejez es solo una etapa más que puede ser tan plena como cualquier otra. Podemos mantenernos activos y sanos, independientemente de nuestra edad. Es fundamental cuidarnos, tener proyectos, sueños por cumplir, que nos entusiasmen y nos inyecten ganas de vivir. Es posible vivir una vejez extraordinaria, si solo pensamos que es posible. Simplemente es pasar por este mundo y dejar una huella para los que vienen atrás, convirtiéndolo en un lugar mucho mejor de lo que era antes de nuestro paso por aquí.
Bernarda Jorba
Psicóloga. UNLP