El vecino Horacio Milione, fallecido el último sábado, trabajaba desde los dieciséis años en el Municipio. En junio de 2019 había avanzado con los trámites jubilatorios y estaba listo: su hijo lo iba a reemplazar.
El último viernes de trabajo “Toto” se presentó en la oficina y sus compañeros de Contaduría y Tesorería le organizaron un merecido reconocimiento y despedida. En ese momento, conversó con Cuatro Palabras y aseguró que seguiría yendo a visitar a los amigos que había cosechado durante tantos años. Después llegó la pandemia y todo cambió.
A Horacio Milione era común encontrarlo en el Banco Provincia con su cartera negra abultada, y con una enorme cantidad de depósitos. Eran todavía épocas de esplendor de la Léxico o las Olivetti, cuando no existían los cajeros de chapa y vidrio que dan órdenes. Ese señor de paciencia infinita y tranco cansino le ofreció al Estado cincuenta y ocho años de trabajo ininterrumpido. Ingresó al Palacio en enero de 1971, cuando era intendente Héctor Mori. Tenía dieciséis años y trabajaba en la cocina como ordenanza, servía café, o preparaba el desayuno o la merienda a los empleados. Durante más de un año, mientras era menor, cobraba día por día, en efectivo, hasta que fue nombrado a los dieciocho, en 1972.
Después se privatizó la cocina y quedó como encargado de la limpieza y al mismo tiempo hacía encomiendas, se encargaba de cerrar el Municipio, ir a buscar el correo o ayudar en Tesorería, llevar depósitos al banco, tareas que cumplió hasta ese viernes de 2019. Su hijo, que trabajaba en la cocina del Municipio y cubría sus suplencias, lo reemplaza en esas tareas. “Yo voy a venir acá a visitarlos, yo no soy de quedarme en casa, no me gusta, me gusta andar, salir” decía Milione a este medio. Fue el empleado municipal con más antigüedad y sus compañeros lo despidieron con honores: las luces apagadas, el salón lleno de gente y de afecto. De la misma manera, aunque con cierta nostalgia y tristeza, lo acompañaron al Cementerio para darle un último adiós.