Chino Benac dedicó su vida a la docencia, durante más de cuarenta años. Siempre se trata de la mirada de los otros. Recibió el ejemplo, dice, cuando era un adolescente de gente que voluntariamente -de onda- les enseñaba a jugar al básquet en Porteño: "Pucho" Sottani, Roque Pantoni, el Dr. Vaninetti, entre otros. “Eso me marcó, y también me marcó un profesor que tuve en la escuela secundaria, que fue Jorge Montes y me hizo elegir esta carrera”, cuenta. Le hizo ver, asegura, que podía dedicarse a los demás, trabajar con los otros. Primero con niños, después con jóvenes y hoy con adultos. “A esto dediqué mi vida y en el mientras tanto me dí cuenta que el premio era demasiado grande, que no era solo poder ganar un sueldo, es la devolución que me hacía la gente y que hoy me siguen haciendo, eso es enorme”, asegura.
La jubilación le permitió descansar “de cuarenta y pico de años de docencia institucional, de muchos años de una cierta intolerancia en muchos aspectos, la superioridad como le dicen en las escuelas, es una formación muy verticalista, hizo que me retirara un poco cansado del criterio, de las cuestiones administrativas”.
Pero nunca se retiró. Hoy trabaja con gente adulta, estudiando y aportando neuromotricidad y neurociencia. “Me ayudan muchos nuevos libros, y también profesionales locales que me dan una mano para razonar y entender algunas cuestiones para volver a la unión cerebro-cuerpo-emoción, que tienen que funcionar como un todo, y que por la dinámica social están desarticuladas”, cuenta.
“La neurona es la última célula en el cuerpo que deja de crecer, y yo hice algunas comprobaciones de campo, ¿Qué tenes que hacer? Moverte todos los días de la semana. Las células nerviosas hasta el último día crecen y hay que ejercitarlas”, dice.
Para el Chino Benac, y eso le habilita su entereza, “hay que ser un viejo con zanahoria adelante”. La zanahoria es la motivación. “Como decía Galeano, la utopia nunca se alcanza, lo importante es caminar, y nunca alcanzar, pero lo importante es seguir”.