“Es un punto de encuentro de todo el barrio”
El último sábado se realizó una cena a beneficio de la capilla San Cayetano, de la que participaron más de quinientas cincuenta personas con una recaudación que rondaría el medio millón de pesos. Gabriela Belfortti, nacida y criada a pocas cuadras del lugar, participó de la organización junto con un grupo de vecinos, y en esta nota con Cuatro Palabras habla del rol de la institución, de su abuela Amelia, que colaboraba con la copa de leche, y de un barrio que se organiza y se construye alrededor de esa mítica capilla.
Un grupo de vecinos del barrio que colabora desde hace muchos años en las actividades de la capilla, (misa, meriendas, viajes) y el equipo de trabajo de la parroquia de la Asunción, de la cual dependen San Cayetano, organizaron una cena para más de quinientas personas, para celebrar los cien años de la capilla, y juntar fondos para su refacción.
Es que la capilla cumplió cien años durante la pandemia, y se tenía pensado un evento más grande, con el compromiso del Obispo de acercarse a la ciudad. La idea original, según explicó Belfortti era que “la comunidad conozca la historia de la capilla, y se acerque a celebrar”.
Fue invitado el padre Tomás, que estuvo muchos años a cargo de la Asunción y de San Cayetano, y “tuvo un compromiso muy grande con el barrio, era una persona que estaba cerca y muy atenta a los problemas de la gente, tenía una relación cercana con todo el barrio, quería que se apropiaran del lugar, por eso era importante que esté y pudo estar”.
Si bien no están los números definitivos de la recaudación que permitirá refaccionar el lugar, se estima que la cifra sería cercana al medio millón de pesos.
Gabriela Belfortti, que se crió a muy pocas cuadras de ahí, advierte que “para todos los vecinos, ese lugar ha tenido un sentido de pertenencia muy importante, más allá de que algunos profesen o no la fe católica, es un punto de unión, la capilla siempre estuvo abierta, ha sido un lugar de contención para todos”.
Su abuela, Amelia, era una de las responsables de la copa de leche cuando Gabriela era chica. “Era el nexo entre las necesidades del barrio y lo que se podía conseguir para cubrirlas, siempre hubo gente del mismo barrio a cargo, muy comprometidos”, dice.
“Mi abuela era súper creyente, y estaba a cargo de la limpieza y el altar de la capilla, y después del merendero, cuando todavía no era algo común como hoy, eran muy pocos barrios en los que se hacía, conseguía la leche y las cosas para comer para todos los chicos que se acercaban, que eran más de veinte, y a nosotros nos llevaba y nos hacía colaborar, a Víctor le tocó más que a mí y de hecho tomó la comunión ahí mismo”, cuenta.
Cada 7 de agosto, día de San Cayetano, “es simbólico para toda la comunidad, pero para el barrio en particular, arrancan las actividades desde muy temprano y participan todos del vía crucis, es un festejo”.