Las mismas comidas de siempre
No hubo innovaciones respecto a los menús ofrecidos por cada país en años anteriores y pudieron degustar las pamplonas uruguayas, la paella española, los tacos mexicanos, una especie de chorizo con tuco, parecido a la pomarola italiana pero ruso, las tradicionales cervezas alemanas, una suerte de bifes vacunos apilados clavados en una varilla mecánica giratoria, llamado "shawarma árabe", así como la tradicional carne asada argentina, las empanadas salteñas y tucumanas y los dumpling chinos que hizo famosos la película Kung Fu Panda, algunos fiambres y no mucho más fue la oferta de todo el fin de semana.
Los puestos locales
Una vez más se repite este tipo de eventos impulsados por una organización privada que se desconoce en qué términos “contractuales” llega a la ciudad y qué contraprestación o beneficios reporta a cambio de semejante negocio que claramente perjudica a los gastronómicos locales. Algunos comercios prefirieron no abrir, mientras que otros que cuentan con carritos fueron ubicados en el cordón que da a calles Belgrano, San Martín, Pueyrredón y Almirante Brown, la mayoría de ellos de comidas rápidas tipo hamburguesas, lomitos, bondiola y papas fritas. Los negocios céntricos no sufrieron demasiado, mientras que las parrillas y restaurantes que están en zonas más alejadas del microcentro se vieron seriamente afectadas.
Los números que dejó la Feria
Se estima que en los cálculos mas conservadores unas doce mil personas han pasado por la plaza principal y que las ventas han superado largamente los cien millones de pesos. Una suma que se acerca a una vez la masa salarial de la administración pública municipal mensual. A propósito de esta referencia vale tener en cuenta que se elige el mismo día en que los empleados municipales, docentes y muchos privados cobran sus haberes, lo que seguramente se refleja en el consumo de las tres jornadas y se sufrirá en lo que resta del mes en las calles y los comercios locales. Además, vale resaltar que ningún puesto ofrecía algún tipo de ticket o factura por la consumición que se realizaba, lo que pone en evidencia la gran evasión impositiva consentida por el propio Estado municipal y por la ausencia de contralor de alguno de los organismos recaudatorios provinciales o nacionales.
¿Por qué no un Sabores local?
Uno de los interrogantes que surgieron en entrevistas en vivo realizadas por Cuatro Palabras a personas en la Feria Sabores del Mundo, es por qué desde el Municipio se “contrata” a una organización foránea que se lleva el dinero de la ciudad, si con un poco de creatividad se podría organizar una propuesta parecida con trabajadores de la gastronomía chacabuquense. Una de las
impresiones que queda frente a los puestos de cada país, es que la mayoría de ellos no presenta cocineros y cocineras que necesariamente sean de un país determinado. Es una verdad de perogrullo decir que “cualquiera puede cocinar comidas de diferentes partes del planeta si se especializa", por ende no sería descabellado pensar en la posibilidad de que trabajadores culinarios de Chacabuco se organicen y se repartan las distintas propuestas de cada país y se lleve adelante una Feria Sabores del Mundo local, para que esos más de 100 millones que se fueron se queden a circular en la ciudad.
Precios por las nubes
Las distintas alternativas que se ofrecieron en la Feria en promedio no eran aptas para familias numerosas. Los sandwichs, los tacos, las porciones de paella y las pizzetas individuales, giraban en torno a los 800, 900 o 1.000 pesos. La opción más económica eran las empanadas, a 600 pesos las tres unidades. También se contó con los clásicos tragos brasileños, que promediaron los 650, 750 y 900 pesos, con tres frutas a combinar a gusto.
Bromatología brilló por su ausencia
Así como lo dijimos en la previa a la realización de la feria, volvemos a insistir en lo que se pudo observar durante los tres días en el principal paseo público. No estaban dadas las condiciones sanitarias mínimas para semejante despliegue gastronómico y esto también es una forma de competencia desleal con los comerciantes de la ciudad que a duras penas logran poner sus locales en condiciones y muchas veces son objetos de sanciones. La oficina de Bromatología no realizó ningún control de calidad ni sanitario a pesar de que era fácilmente verificable las precarias condiciones en las que se trabajó. Por suerte no hubo nada que lamentar. Solo ausencia del Estado, una vez más.