La mortalidad por cáncer en jóvenes que viven en Pueblos Fumigados es 2,5 veces mayor que en el resto del país. Así lo determinó un estudio científico realizado por el Equipo del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, que mide la incidencia de cáncer y tasas de mortalidad en localidades rurales argentinas rodeadas de tierras agrícolas tratadas con plaguicidas. Fue publicado hace unos días en la revista científica Clinical Epidemiology and Global Health.
Casa por casa
Para llegar a esa conclusión, realizaron una encuesta epidemiológica de salud casa por casa estudiantes de último año de medicina en ocho pequeñas localidades rurales de la Provincia de Santa Fe- Argentina, cada una rodeada de campos fumigados. La encuesta abarcó a 27.644 personas, lo que representa el 68% de la población total.
Para el grupo de edad de 15 a 44 años, la probabilidad de morir por cáncer es 2,48 y 2,77 veces mayor en los sexos femenino y masculino respectivamente que para el resto del país.
En las localidades relevadas, el 30% de los fallecimientos fueron debido a cáncer, mientras que a nivel nacional, la cifra fue mucho menor: 19,8%.
“Vivir en pequeñas ciudades rurales cercanas a las aplicaciones de plaguicidas agrícolas tiene un impacto negativo en la salud, manifestado principalmente en la incidencia y mortalidad por cáncer en población jóven”, expresa el paper en el que advierten que “Estos resultados contribuyen a la necesidad de políticas de reducción de pesticidas, especialmente en el entorno de pequeñas poblaciones urbanas”.
Están en el aire, en el suelo, en la escuela
Además, señalan que debido a las derivas, no todos los agrotóxicos alcanzan su objetivo, ya sea que el objetivo sea maleza, hongos o insectos. “La presencia de plaguicidas fuera del objetivo se ha detectado en una serie de estudios: lluvia y suelo urbano o periurbano; escuelas rurales; entorno de pueblo pequeño; y lagos poco profundos”.
“De estos estudios queda claro que los plaguicidas pueden derivar a través de diferentes mecanismos más allá de su objetivo y, por lo tanto, llegar a las poblaciones urbanas de los pequeños pueblos rurales”.
Entre otras cosas, señalan que la legislación sobre el uso de plaguicidas agrava la situación, ya que “es generalmente laxa”, e incluso donde existe, “el control es débil”.
Peces con veneno
Los sábalos del tramo inferior del río Salado no están en condiciones de ser consumidos por “los altísimos niveles de agrotóxicos en sus cuerpos” y representan un “peligro para la salud pública”. Los datos surgen de un estudio realizado por investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en conjunto con el Conicet. El equipo, dirigido por el profesor titular de ecotoxicología, Rafael Lajmanovich, detectó en todas las muestras obtenidas niveles récord de glifosato, glufosinato de amonio y otros agrotóxicos utilizados en cultivos de soja, maíz, algodón.
Según precisó el informe difundido ayer, “dichos agrotóxicos constituyen niveles de contaminación subletal en los sábalos, pero por el fenómeno de bioacumulación, se convierten en un peligro a la salud pública”.
“La gran cantidad de venenos que se utilizan en la agricultura desde hace muchos años, y que no desaparecen por arte de magia, nos está diciendo que donde los vayamos a buscar, los vamos a encontrar”, alertó Lajmanovich.
“Sabemos que resulta difícil tomar algunas decisiones, pero las autoridades deben tener en cuenta que está en riesgo la vida de toda la ciudadanía” advirtieron desde el Centro de Protección a la Naturaleza de Santa Fe.