La Ley nace a partir del femicidio de Micaela García. Tenía 19 años. Era una estudiante de Entre Ríos, militante feminista que fue secuestrada, violada y asesinada en manos de Sebastián Warner, que se encontraba en libertad condicional.
Un día antes de asesinar a Micaela, el padre de otra joven de la misma ciudad intentó hacer una denuncia contra Warner pero en la Comisaría les dijeron que no podían tomar la denuncia un fin de semana y que el agresor no se encontraba en la ciudad. Ese mismo día, empiezan a buscar a Micaela.
“Se empieza a plantear la necesidad de estar instruido en Género cuando se administra Poder”, dice Agostina.
A partir del dolor y la lucha de la familia de Micaela, se sanciona la ley que lleva su nombre que indica la obligatoriedad de la Capacitación en Género para todas las personas que integran los tres poderes del Estado, en todos sus niveles jerárquicos.
Como toda ley, “lleva su tiempo hasta que se haga efectiva su implementación, hay municipios que no lo cumplen, y sectores que prestan resistencia, no la están articulando”.
-¿Qué pasa cuando las autoridades se niegan a capacitarse?
-Depende en el organismo que estén, en mi área puede haber sanciones, apercibimientos. Pero no solo es una ley nacional sino que tiene características y rango de obligación internacional. Argentina, después de la reforma del ´94 incorpora tratados internacionales y les da jerarquía constitucional y uno de esos, habla de la recomendación 39 de la Cedaw hacia los Estados que capaciten a sus agentes.
-Cuando hablamos de violencia siempre se entiende que es la física, pero falta abordar un poco más otros tipos de maltratos...
-Sí, hay distintos tipos de violencia. Muchas están incluidas en lo que es violencia psicológica. El engaño, la subestimación, la mentira, la manipulación, el control, el silencio. Generalmente viene previo a la física. Pero también está la violencia institucional: cuando me acerco a denunciar y no me creen, no me toman la denuncia. Después la violencia económica, patrimonial. El control de los recursos físicos.
-¿Cómo se revierte?
-Estamos enfermos de violencia. En las charlas decimos que la sociedad se organizó de tal manera, y que los roles son una construcción. Por eso es necesario repensarlo. Cuando se sale de la norma, de lo que debería ser, se intenta castigar o humillar al que es diferente. Y eso es cultural. El machismo nos afecta a todos, a toda la sociedad. Los mandatos de la masculinidad son tremendos, lo sufren: ser proveedor, ser fuerte, no llorar, no sentir emociones, no sentir miedo.
-¿Cómo podemos acompañar a una víctima?
-Es muy importante saber cómo hacerlo. Nunca hay que ponerse en el papel de juzgar, cada uno tiene sus procesos y sus tiempos. No es tan fácil y tan lineal reconocerse víctima. El círculo de violencia tiene tres fases: la acumulación de tensión, donde empiezan a darse la manipulación, el control, la mentira, el hostigamiento; la segunda fase es cuando todo se desmadró y el violento llega al punto cúlmine de violencia, luego se calma y da lugar a la tercera fase que es “la luna de miel”, el arrepentimiento, el pedir perdón, que va a cambiar, y llegan las excusas. Después, lentamente, se vuelve al círculo de violencia.
Cuando se construye una pareja, no solo une el amor, sino también la ilusión, y uno no se quiere dar por vencido y da otra oportunidad. No es tan fácil salir de esto, porque además es un espiral.