Una vida en la panadería
El propietario y fundador de “Panadería del Pueblo”, Alberto Lavandera, celebró ayer el Día del Panadero y conversó con Cuatro Palabras, haciendo un breve raconto de su historia familiar ligada al oficio, que cuenta con quinta generación de panaderos.
Alberto Armando Lavandera De la Iglesia, nació en 1948 y se crió en el seno de una familia de panaderos consolidados. La historia familiar ligada al oficio de los Lavandera (apellido paterno) y los De la Iglesia (apellido materno), viene de Vigo, España. El tío abuelo de Alberto, Manuel, llegó a la Argentina en 1930 y se instaló en el distrito de Lanús, donde abrió una panadería a la que le puso el nombre “La reina de las flores''. Años después, el núcleo familiar de Alberto se muda a Capital Federal y fundan Ave Fénix, en calle directorio, pasando avenida La Plata. “La mayoría de los panaderos eran anarquistas, socialistas o comunistas, era una tradición política. Mi tío abuelo era anarquista”, relata Lavandera. Las ideas de Alberto, en el futuro lo terminarían trayendo para Chacabuco, en plena dictadura militar.
De familia panadero, de oficio, bancario
“Yo crecí en una familia de panaderos, pero me terminé dedicando a una actividad que nada tenía que ver con la panadería, me hice bancario”, explica Lavandera, quien consiguió ingresar a trabajar en un banco capitalino. “Pero en esa época, en que yo tenía 28 años, empezaron a desaparecer compañeros de trabajo. Secuestraron a varios, entonces un día hablé con un amigo de Chacabuco, y le dije averiguame de algo para irme para allá, porque nos van a matar. Entonces renuncié al banco y me vine a Chacabuco, donde finalmente me dediqué a la panadería”, contó.
La primera panadería
Alberto Lavandera arribó a Chacabuco en 1976, procedente de Capital Federal. Vino a buscar un poco de tranquilidad y seguridad frente a la turbulencia política que se vivía, ya que sus ideas políticas lo ponían como posible blanco de la doctrina de seguridad nacional que aplicaba la dictadura militar, asesinando y desapareciendo personas. Una ciudad como la nuestra otorgaba un poco más de tranquilidad que el clima agitado de violencia política que se respiraba en las grandes ciudades.
En 1977, Alberto funda en sociedad con Marsilletti, su primera panadería ubicada en calle San Martín y Corrientes, donde actualmente funciona una sucursal de “Panadería del Pueblo”. Dos años después, se muda solo a Belgrano e Italia, donde hoy está la panadería San José. Allí, utiliza por primera vez el nombre de “Panadería del Pueblo”. “No es casualidad el nombre “Del Pueblo”, es en honor a la clase trabajadora, a la clase popular.”, explica Alberto.
El edificio actual
En diciembre de 1980, compró la llave de negocio en Buenos Aires y Olavarría, donde se estableció definitivamente para consolidarse como la panadería más antigua de nuestra ciudad.
“Me hice cargo de la panadería de los hermanos Muela, ellos ya no querían dedicarse más al rubro y me vendieron la llave de negocio. Ahí estamos desde hace 42 años”, recordó.
De la galleta al mignon y los flautines
Toda mi familia fue panadera, mis ancestros eran panaderos; los De la Iglesia eran de Vigo. En aquella época el título de panadero era difícil de conseguir. Yo empecé a trabajar con lo que había aprendido mi familia, y sus conocimientos venían de Europa. Por eso comencé a implementar en Chacabuco variedades de pan que no eran comunes acá: el mignon, el flautín y el pan flauta. En nuestro Partido se consumía la galleta, que es un producto que tiene mayor duración de conservación que los demás panes. Con una cáscara gruesa, la galleta se conserva más tiempo, y en aquella época la gente de campo compraba la bolsa de galleta completa, porque no tenían la posibilidad de viajar a la ciudad todos los días. Entonces comían galleta una semana entera”, detalló el experimentado panadero.
De la torta negra a las facturas pequeñas
Las facturas también fueron una de las innovaciones de Panadería del Pueblo. Hoy instaladas como una de las mejores de Chacabuco y la zona, las facturas que producía Lavandera en los inicios de su empresa no eran comunes para aquella época. “Recuerdo que acá se hacía casi exclusivamente torta negra. Había también alguna panadería que hacía unos tortones grandes con crema pastelera. Yo comencé a hacer facturas más pequeñas y en diferentes variedades”, cuenta.
Sin bromato de potasio
Una de las políticas de producción de Lavandera es la de no utilizar productos químicos que puedan constituir una amenaza a largo plazo para la salud. Con ideas naturistas y ecológicas, Lavandera rechaza los conservantes y no utiliza bromato de potasio, un elemento que se agrega en una pequeñísima cantidad a la masa para que leve y conserve el pan blando durante mayor cantidad de tiempo. “El bromato es imposible de detectar en los análisis, porque se pone en poca cantidad, pero resulta muy peligroso para la salud porque es cancerígeno”, finalizó.